L'Alcoià es una comarca de interior de la provincia de Alicante, en la Comunidad Valenciana. Sus ocho núcleos de población están rodeados de montañas y de espacios naturales de gran valor. Es una zona ideal para una escapada rural en busca de tranquilidad, rutas de senderismo o ciclismo, buena gastronomía e interesantes visitas culturales.
Aprovechamos la primera semana de la primavera para pasar ocho días descubriendo los municipios de esta comarca, que nos recibió con frío y nieve y nos despidió con un sol radiante y temperaturas más que agradables.
¿Nos acompañas a recorrer cada rincón de esta maravillosa comarca alicantina?
ONIL
Montamos nuestra base en Onil, una población internacionalmente conocida por la fabricación de muñecas. Su ubicación en la Hoya de Castalla, junto a la parte occidental de la Sierra Mariola, nos permitió desplazarnos con mucha facilidad y disfrutar de pequeñas incursiones en la montaña sin necesidad de tomar el coche.
Lo primero que hicimos nada más asentarnos en el apartamento en el que pasaríamos las siguientes jornadas fue calzarnos las botas de montaña y comenzar a caminar en dirección oeste, hacia el Reconco de Biar.
Hasta que no empezamos a transitar las primeras cuestas llenas de piedras sueltas no fuimos conscientes de la dureza de la ruta, que nos llevó a superar más de 600 metros de desnivel hasta llegar a lo más alto de este pico. Desde allí arriba vimos los primeros signos de la nevada que había caído días antes.
Realmente, la ubicación de Onil es privilegiada para los amantes del senderismo, y es que la parte alta y más antigua de la población conecta directamente con las escarpadas montañas de la Sierra Mariola. No desaprovechamos esta ventaja para hacer otras rutas, como la que nos llevó a lo alto de la Peña Águila, desde donde pudimos observar toda la Hoya de Castalla, incluyendo el imponente castillo de la vecina población.
El final de esta ruta nos dejó a los pies del barrio antiguo de Onil, una zona de calles estrechas y tortuosas por las que merece la pena perderse en busca de pequeñas plazas, edificios singulares, como el Monasterio de Montserrat, o antiguos depósitos de nieve, como el Pouet de la Neu, una cuidada muestra de este tipo de edificaciones, utilizadas en su día para guardar nieve para el consumo de los habitantes de Onil.
Pero si por algo es célebre Onil es por la fabricación de muñecas. La antigua fábrica de FAMOSA (Fábricas Asociadas de Muñecas de Onil Sociedad Anónima) es un claro ejemplo de ello.
En la actualidad, el Museo de la Muñeca, ubicado en un bonito edificio cercano al Convento de San Buenaventura, mantiene vivo el legado de los pioneros de esta actividad industrial que convirtió a Onil en un referente mundial. El acceso es gratuito, y la colección de muñecas de todas las épocas es realmente impresionante.
A pocos metros de allí, la Fortaleza del Marqués de Dos Aguas destaca en el corazón de Onil. Pese a que los acabados y detalles constructivos no están completos al 100%, nos gustó entrar al patio y observar desde dentro esta construcción de estilo gótico renacentista que data del siglo XVII.
En las afueras de la población también encontramos algunos lugares de interés. Además de hacer una parada en la Cooperativa Agrícola Virgen de la Salud, donde compramos una buena cantidad de aceite y otros productos típicos de la zona, una tarde nos acercamos a la Casa Tápena.
Allí disfrutamos de la gran atracción del lugar, el laberinto, donde jugamos a perdernos durante un buen rato buscando la salida y rodeados de vegetación. Pero lo que realmente nos sorprendió fue el cuidado jardín botánico dividido en varias zonas. Pudimos pasear junto a maravillosos cerezos en flor y otros árboles frutales característicos de la zona, y relajarnos paseando por el precioso Jardín Mediterráneo.
TIBI
Una de nuestras primeras paradas fue la pequeña población de Tibi, enclavada a los pies de la Sierra del Maigmó. Fuimos allí atraídos por la fama de la Quesería Artesanal del Valle de Tibi, y no fue una equivocación. Compramos varios quesos artesanales de leche cruda de cabra que estaban deliciosos, y no pudimos resistir la tentación de regresar a cargar antes de volver a Valencia el último día de nuestra escapada.
Gracias a ello pudimos descubrir uno de los pueblos más cuidados de la zona. Paseamos por la zona más antigua, recorriendo el Carreret de arriba a abajo, observando las casas separadas por escasos dos metros en un callejón que parecía hacerse más estrecho con cada metro que te adentrabas en él.
Regresamos hacia la zona más nueva hasta llegar a la Ermita de Santa María Magdalena, junto a la Biblioteca Municipal.
Desde ese punto comenzamos a caminar a través de un sugerente sendero que bordea el Barranco de Alt.
A cada pocos metros encontramos un poema o una referencia literaria, algo que le otorgó un aire bucólico a la caminata por el Paseo de l'Ull de la Font.
Para completar la visita, condujimos hasta la entrada de un camino de piedras que nos llevó directos al Castillo de Tibi, separado del pueblo por el mencionado barranco. Desde allí arriba, además de observar todo Tibi, tuvimos una excelente panorámica de 360 grados de este municipio rodeado de montañas.
CASTALLA
Allá donde íbamos siempre tuvimos un punto de referencia. Un elemento que pocas veces perdimos de vista durante nuestra escapada. Y es que el Castillo de Castalla destaca por encima de todo en el centro de la Hoya de Castalla.
Debido a las restricciones por el Covid, tuvimos que reservar nuestra visita con antelación. Esa mañana aparcamos en la Plaza del Ayuntamiento y comenzamos a caminar en dirección a la Ermita de la Sangre. Las empinadas calles de la zona alta de Castalla solo eran un aperitivo de lo que teníamos que superar para llegar a lo más alto de la fortificación.
Ciertamente valió mucho la pena poder subir y disfrutar de un edificio que ha visto pasar los siglos a su alrededor. Fue construido en el siglo XI por los musulmanes que habitaban la zona, y reconstruido o abandonado en múltiples ocasiones a lo largo del tiempo.
Sin embargo, tras su reciente restauración, presenta un estado magnífico. Pudimos recorrer todos sus rincones, subir a la Torre Grossa, uno de los símbolos de Castalla, y descubrir su historia y arquitectura gracias a los numerosos paneles explicativos, vídeos y objetos expuestos a lo largo del recorrido. Y lo mejor de todo, lo vimos en solitario, así que nos pudimos recrear y teletransportar por un tiempo a la Edad Media, vigilando desde lo alto de sus murallas los movimientos de los pueblos invasores.
A pocos kilómetros, todavía en el término municipal de Castalla, se encuentra el Xorret de Catí, una bonita zona rural equipada con espacios para hacer picnic o senderismo.
Pero quizá a los amantes del ciclismo les suene más por sus infernales rampas, por las que ha transitado en varias ocasiones la Vuelta a España.
Así que, como no, el reto estaba servido. No fue fácil, las rampas de más del 20% de desnivel pusieron muchas dificultades, pero con un poco de paciencia finalmente se pudo alcanzar el objetivo y llevar la bici hasta lo más alto de este paso de montaña que une la comarca de L'Alcoià con las poblaciones de Elda y Petrer, situadas al otro lado de la Sierra del Maigmó.
ALCOI
La ciudad de Alcoi es la capital de la comarca, y una de las más pobladas de la provincia de Alicante. Está repleta de edificios históricos y ejemplos de modernismo. Pero antes de introducirnos en ella nos fuimos a conocer una de sus joyas más preciadas, el Parque Natural de la Font Roja.
Únicamente por las vistas desde la carretera que conduce hasta el parking situado junto al Santuario de la Font Roja ya merece la pena subir hasta allí. Sin embargo, no nos queríamos quedar con las ganas de subir hasta la cumbre del Menejador, a 1.356 metros de altura.
Tras abandonar la zona de aparcamiento, comenzamos a adentrarnos en la montaña por un amplio y cómodo sendero que no parada de subir.
Conforme avanzamos, la nieve comenzaba a hacer acto de presencia, hasta llegar a un punto en que todo el camino estaba cubierto de blanco. Era una estampa preciosa, difícil de ver en primavera.
En la segunda mitad del camino, las vistas hacia la vertiente sur de la montaña nos dejaron ver a lo lejos Onil, la Sierra del Maigmó y, como no, el Castillo de Castalla.
Pero lo mejor estaba por llegar. Arriba del todo, junto a una pequeña caseta forestal y unas antenas, sentados sobre unas rocas, pudimos admirar Alcoi y toda la Sierra Mariola. Bajamos directos al coche por un estrecho sendero que cruzaba la vertiente norte.
Una vez cambiados, nos dirigimos por fin a Alcoi. Dejamos el coche fuera de la zona antigua, en la Alameda Camilo Sesto, junto al Palacete de Carlos Pérez. Desde allí comenzamos un recorrido a pie que nos llevó a los puntos más interesantes de la ciudad. Entramos en ella por el Puente de Sant Jordi. Con sus 245 metros de largo, constituye uno de los más importantes ejemplos del art déco valenciano.
Bajamos a visitar el Portal de Riquer y la Torre N'Aiça, un espacio que nos resultó algo descuidado para la historia que esconde detrás. Continuamos por la calle Barranc de Na Lloba hasta pasar junto a unos edificios de viviendas singulares en la Calle Barbacana.
Allí tomamos unas escaleras antes de empezar a callejear hasta la Plaça de Dins. En esta preciosa plaza porticada decidimos que era el momento de hacer una pausa. Nos sentamos a tomar una cerveza en una de sus múltiples terrazas.
El tiempo rodeados del ajetreo de la plaza pasó volando, y cuando nos quisimos dar cuenta quedaban solo 10 minutos para que cerrara la Lonja de San Jorge. Pagamos a toda prisa y acudimos a la vecina Plaza de España, en cuyas entrañas se encuentra este espacio diseñado por el arquitecto Santiago Calatrava con su inconfundible estilo, que nos recordó, salvando las distancias de tamaño, al Oculus de Nueva York.
Allí dentro tuvimos la casualidad de encontrarnos con una interesante exposición de la escritora alcoyana Isabel-Clara Simó. Por suerte nos permitieron detenernos unos minutos fuera del horario habitual de la exposición.
A la salida pudimos contemplar con más tranquilidad la grandeza de la Plaza de España, una enorme explanada flanqueada por algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad, como el teatro Calderón, el Ayuntamiento o la Parroquia de Santa María.
Abandonamos la plaza en dirección a la Avenida del País Valenciano, donde tras pasar junto a la biblioteca Municipal y el Parque de El Parterre alcanzamos el Lolo Café, el lugar en el que, tras muchos intentos fallidos, habíamos encontrado mesa para dos personas. Probamos algunos platos locales, como las croquetas de boquerón o la olleta alcoyana, que no defraudaron. Al acabar la gustosa comida el dueño nos confesó que su "olleta" estaba entre las cinco primeras en el concurso anual de restaurantes.
A pocos metros, el Conservatorio de Alcoi, también conocido como Casa d'Escaló, nos pareció uno de los ejemplos más bonitos de modernismo de la ciudad. Cerca de allí, la sede de la Universidad Politécnica de València, nos sorprendió por su enclave en el interior de antiguos edificios industriales restaurados para su nuevo uso.
Tras un breve descanso en el Parque de Cantagallet, concluimos nuestra visita recorriendo de arriba a abajo la Calle San Nicolás, una de las más célebres de la ciudad.
Paseamos por el interior del Parque de la Glorieta, contemplamos la Iglesia de San Mauro y San Francisco e hicimos un intento fallido por visitar el Círculo Industrial, donde solo pudimos ver el espectacular vestíbulo, ya que el elegante portero nos impidió el paso para no molestar a los socios que estaban allí celebrando una comida. Todo muy esnob.
Justo al lado, la preciosa Casa del Pavo, también de estilo modernista, fue la última parada antes de regresar al coche atravesando de nuevo la Plaza de España, pasando junto a la Torre de Na Valora y cruzando el Puente de Sant Jordi.
BANYERES DE MARIOLA
Llegamos a Banyeres de Mariola desde Alcoi bien avanzada la tarde, pero aún con algunas horas de luz como para descubrir uno de sus principales atractivos, la Ruta de los Molinos.
Esta población, a diferencia de las demás de la comarca, está ubicada al norte de la Sierra Mariola, en una zona de ombría atravesada por el Río Vinalopó. Aprovechando la fuerza del agua de este río, se desarrolló a partir del siglo XVIII la industria de la fabricación de papel de fumar, llegando a contarse en el momento de mayor esplendor, hasta 9 molinos en funcionamiento.
La ruta es sencilla y agradable, con el sonido del agua corriendo al lado y sin prácticamente desnivel, y permite descubrir con calma algunos de los edificios mejor conservados de aquella época, como el Molí L'Ombria, el Molí Sol o el Partidor.
Una vez completada la ruta, y viendo que el día daba sus últimos coletazos, decidimos culminarlo como se merecía, con una preciosa puesta de sol desde el punto más alto de Banyeres de Mariola, el castillo.
Allí, de pie junto al monumento a Sant Jordi, y escuchando el silencio del pueblo, pudimos contemplar como el cielo se teñía de rojo en el horizonte.
IBI
Ibi es, de igual manera que Onil, una población conocida principalmente por su tradición juguetera. Actualmente la competencia venida de países como China ha mermado considerablemente a esta industria local que, sin embargo, sigue mostrando su historia en el Museo Valenciano del Juguete.
El recorrido por su interior nos hizo viajar en el tiempo a nuestra infancia, recordando tantas y tantas horas pasadas jugando con estos objetos que todavía hacen volar la imaginación de los más pequeños.
En la nave contigua y visible desde una enorme cristalera del museo hay un taller de una antigua fábrica de juguetes en el que parece haberse parado el tiempo. Una verdadera joya.
Tras la agradable visita, dimos una vuelta por los alrededores, llegamos a la Plaza de la Iglesia e incluso nos atrevimos con la subida a la Ermita de Santa Lucía. Tras un buen número de escalones, por fin llegamos a la puerta de este pequeño templo, desde donde pudimos contemplar toda la población de Ibi con la Sierra del Maigmó y el Castillo de Castalla de fondo.
PENÁGUILA
Pese a ser uno de los pueblos más pequeños de la zona, siempre recordaremos Penáguila por la bonita y exigente ruta de senderismo que hicimos por sus alrededores. Comenzamos a caminar desde la misma Plaza del Árbol, en el corazón de la población.
Tras pasar junto al lavadero, abandonamos las calles de Penáguila en dirección al castillo. Las primeras cuestas ya nos avisaban de lo que nos esperaba pocos metros más adelante.
Desde bien abajo ya podíamos observar el Ojo de Santa Lucía, un agujero en la roca situado unos 150 metros por encima de nuestra posición.
En menos de 5 minutos nos vimos en el primer punto de duda. El sendero terminaba y para continuar era necesario cruzar un barranco de unos 4 metros de profundidad. Tras varios minutos tratando de buscar la mejor solución, y sin parar de oír el zumbido de las abejas, decidimos lanzarnos a la aventura.
Al otro lado del barranco no encontramos una solución más sencilla. La única posibilidad era trepar la montaña usando pies y manos, buscando el camino más sencillo en base a nuestra intuición, y manteniendo el castillo como referencia visual.
Por fin alcanzamos una zona plana en la que nos pudimos relajar, pero solo durante unos segundos. Habíamos llegado al Ojo de Santa Lucía. Las vistas desde allí arriba eran indescriptibles, pero nos quedaban 100 metros de desnivel por salvar para llegar al castillo, y la única vía para alcanzarlo era cruzar el Ojo de Santa Lucía por encima.
Salvando la sensación de vértigo cruzamos el pasillo de dos metros de ancho, con precipicio a ambos lados y continuamos la escalada.
El terreno seguía siendo complicado y técnico, y el cansancio comenzaba a hacer mella, pero poco a poco, paso a paso, conseguimos superar todas las dificultades y alcanzar la cumbre. El imponente paisaje que nos rodeaba hablaba por sí solo.
El descenso comenzó emocionante. Tuvimos que cruzar un corte de unos 200 metros de largo en la montaña. Pero a partir de ahí la situación cambió radicalmente. El sendero se hizo mucho más llevadero y pudimos completar la ruta sin más complicaciones.
Al final de la misma recorrimos el Jardín de los Santos, un bonito paseo bordeando un barranco que rodea Penáguila. Desde allí vimos la Torre de Vernet, uno de los pocos restos visibles de la antigua Muralla de Penáguila.
BENIFALLIM
Dejamos Penáguila exhaustos y hambrientos. Únicamente soñábamos con encontrar una terraza en la que sentarnos al sol y saciar nuestra hambre. Este lugar lo encontramos en Tierra y Bar, un pequeño bar ubicado en la Plaza de la Iglesia de Benifallim.
Tras devorar un par de sabrosos bocadillos, dimos un tranquilo paseo por cada una de sus calles. Siendo el pueblo más pequeño de L'Alcoià, el recorrido fue breve. Sus cuidadas casas y bonitos callejones nos trasportaron a otro tiempo.
Solo nos quedaba subir al castillo, esta vez en coche. Lo encontramos en pleno proceso de restauración, así que únicamente pudimos disfrutar de las bonitas vistas a la Sierra del Rentonar antes de regresar a Onil.
Si algo bueno ha traído la crisis del Covid es que nos ha incitado a conocer mejor nuestro entorno más cercano. En este caso, pasar una semana en esta comarca de interior de la provincia de Alicante nos ha descubierto una gran cantidad de espacios naturales privilegiados y de tranquilas y cuidadas poblaciones a las que nos encantaría volver en el futuro.
En el siguiente mapa te dejamos los mejores lugares que visitar y las rutas de senderismo que hicimos en nuestra estancia en L'Alcoià.
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