Como ya explicamos en nuestro post sobre la ruta de senderismo de los puentes colgantes de Chulilla, pensamos que a veces no es necesario irse demasiado lejos ni mucho tiempo para conseguir desconectar o tener un momento de relax, al mismo tiempo que conocer lugares nuevos. Por fortuna, cerca de Valencia hay muchas opciones para poder hacerlo. Para esas escapadas de 1 ó 2 noches consideramos el Parque Natural de la Sierra de Espadán, en la provincia de Castellón, un destino excepcional a sólo una hora en coche de Valencia.
En este caso, aprovechamos una SmartBox que nos habían regalado para reservar una noche en un pequeño hotel rural en el pueblo de Sueras, una población de poco más de 500 habitantes no muy lejos de Onda, con el objetivo de disfrutar de una jornada de senderismo por esta maravillosa zona. Para conocer las diferentes rutas alternativas, decidimos preguntar a la cuenta de Instagram del Ayuntamiento de Sueras. Fueron muy amables y nos enviaron un folleto informativo escaneado y diferentes consejos para poder escoger la opción que más nos atrajera.
Finalmente decidimos hacer un trayecto circular desde Sueras hasta el Castillo de Mauz, para posteriormente bajar en dirección a la fuente de Castro y volver hacia Sueras por el otro lado del barranco. Una ruta asequible de poco más de 10 km y con un desnivel positivo acumulado inferior a 400 metros.
Los primeros 3 kilómetros de la ruta se pueden considerar los más exigentes por la diferencia de altura que hay que superar hasta llegar al castillo de Mauz. Durante esta primera parte del recorrido se pasa de los aproximadamente 300 metros sobre el nivel del mar de Sueras hasta los 580 metros del castillo. Nosotros siempre hacemos estas rutas con GPS y con la ruta descargada, bien en el móvil o en el reloj, pero en este caso la ruta está también perfectamente señalizada, por lo que las probabilidades de perderse eran escasas.
El castillo es de origen árabe, construido en el siglo XII. Una vez arriba, vale la pena detenerse, explorar los diferentes recovecos alrededor del castillo, comer algo para recuperarse de la subida y disfrutar del entorno y de las vistas, mientras uno se imagina como debió ser esta edificación en épocas de mayor esplendor.
Tras esta parada, seguimos unos 500 metros más, antes de desviarnos hacia la derecha por un camino más escarpado y con algunos árboles caídos en medio del sendero. Llegamos hasta una antigua edificación, donde decidimos dar la vuelta y tratar de recorrer otra vía paralela en busca de una cueva sobre la que habíamos leído. Lamentablemente, el camino estaba impracticable, por lo que nos tocó dar media vuelta. Volvimos sobre nuestros pasos hasta recuperar el sendero principal que nos dirigió a la fuente de Castro, la cual alcanzamos en el kilómetro 6 de nuestro recorrido.
Esta fuente de 16 caños está perfectamente acondicionada para pasar una mañana de picnic, o simplemente para disfrutar de la tranquilidad de este paraje, con el sonido del agua de fondo. No fue hasta este momento que por primera vez en toda la mañana nos cruzamos con otra pareja de senderistas, lo que demuestra que es una ruta no excesivamente transitada.
Los últimos 4 kilómetros de la ruta, hasta regresar el punto inicial, nos llevaron por una carretera en el lado opuesto del barranco. En este tramo caminamos cómodamente observando, a modo de resumen, todos los puntos que habíamos visto en la primera mitad de la ruta. Es un terreno sencillo y que tiende hacia abajo hasta el pueblo de Sueras.
Por la tarde, antes de cenar en el hotel, decidimos visitar el encantador pueblo de Ahín, que ya conocíamos de unos años antes. Dimos un tranquilo paseo mientras anochecía, disfrutando de las casas pintadas de blanco y del buen trato que se ha dado en esta pequeña localidad a la arquitectura tradicional local. El recorrido por sus callejuelas es una experiencia imprescindible.
Mientras paseábamos por sus empinadas calles, reflexionamos sobre la importancia del compromiso de los ayuntamientos de localidades de este tipo para mantener una homogeneidad en cuanto a la construcción y el urbanismo. Esto permite, por un lado hacer de estos municipios lugares que sus habitantes no quieran abandonar, y por otro lado, dar un valor añadido a los potenciales visitantes que puedan acudir allí.
Tras pasar por el lavadero y dar una última vuelta por la plaza de la iglesia, mientras el sol terminaba de caer en el horizonte, regresamos al hotel para la cena.
Quizá este fue el punto menos destacable del fin de semana, ya que la comida no resultó ser como esperábamos. En este tipo de escapadas siempre esperamos degustar platos tradicionales locales o comida casera, pero en este caso nos tuvimos que conformar con un menú basado en congelados fritos sin excesivo encanto.
Fue el único punto negro en un fin de semana en que pudimos olvidarnos de la rutina y las prisas del día a día y disfrutar de la naturaleza y la tranquilidad de esta maravillosa zona de la provincia de Castellón.
Como siempre, para todos los viajes recomendamos contratar el seguro a través de Mondo.
Haz click en la imagen para conseguir un descuento del 5%:
Comentarios