Sería imposible abarcar por completo Manhattan, en Nueva York, en una visita de unos pocos días sin organizarse el recorrido mínimamente o dividirla en zonas para poder sacarle el máximo jugo a lo que probablemente es el corazón de la ciudad más famosa del mundo.
Lo singular de Manhattan es que perderse es una tarea casi imposible. Las calles aumentan de número de sur a norte, y las avenidas de este a oeste. El principal medio de transporte, el metro, define dos únicas direcciones para sus líneas, uptown si vas hacia el norte, y downtown si vas al sur.
De ninguna manera íbamos nosotros a llevar la contraria a quienes decidieron el orden de la numeración de las calles de "La Gran Manzana", de modo que nuestro recorrido irá siempre en dirección uptown, partiendo desde la esquina sur, desde el mismo Battery Park, hasta llegar al punto más al norte que visitamos, en el barrio de la cultura afroamericana por excelencia, Harlem.
La forma en que vamos a dividir nuestra propuesta de recorrido por la principal isla de Nueva York es la siguiente, ¿nos acompañas?:
ZONA 1. Financial District / Lower Manhattan / Bowery
ZONA 2. Greenwich Village / Gramercy / Chelsea / Garment District
ZONA 3. Midtown / Murray Hill / Theater District / Sutton
ZONA 4. Central Park / Lincoln Sq. / Upper East & Upper West Side
ZONA 5. Morningside Heights / Harlem
ZONA 1
No vemos mejor forma de comenzar con Manhattan que descubriendo la zona donde se produjo el primer asentamiento de colonos holandeses, en la esquina sur de la isla, conocida en otra época como Nueva Amsterdam. Actualmente es el Financial District, el barrio donde se toman las decisiones que marcan el futuro económico del planeta, o eso nos hacen creer.
Como queríamos enterarnos bien y tener una introducción lo más profunda posible, reservamos un tour guiado, pero antes, mientras esperábamos impacientes, nos pudo la curiosidad y entramos a hacer una rápida visita al Museo Indio Americano, donde encontramos algunas preciosas salas dedicadas a los verdaderos primeros habitantes de Mannahatta, el nombre con el que conocían a la isla los nativos lenape.
El guía nos llevó a través del Battery Park, desde donde tuvimos nuestro primer contacto visual con la Estatua de la Libertad, acompañados de las ardillas que corrían tranquilamente por el manto verde del parque. Desde allí nos dirigimos al norte para ver el famoso Charging Bull, un toro que representa la fuerza del pueblo americano.
De ahí seguimos hasta Wall Street, la sede de la bolsa de valores, probablemente la más importante del mundo. Allí respiramos un ambiente que demuestra la cantidad de dinero que se mueve en ese lugar.
Pero lo que realmente teníamos ganas de visitar era la Zona Cero, el lugar donde se produjeron los principales atentados durante los ataques del 11S. Allí descubrimos que la ubicación de las dos torres gemelas se ha convertido en un precioso memorial, una fuente de color negro que se introduce en el suelo, en dirección opuesta a la de los malogrados rascacielos.
En los antiguos cimientos de las dos Torres Gemelas se han construído dos monumentos idénticos en forma de estanque que dejan caer el agua en cascada hasta perderse en la profunidad. Alrededor de estos huecos, unas placas de bronce recuerdan el nombre de cada una de las personas fallecidas ese día. Es un monumento desgarrador, pero a la vez necesario.
Entramos al 9/11 Memorial Museum para completar la experiencia. Aunque el montaje es espectacular, nos dio la impresión de que había excesivo show detrás de aquel museo, de un patriotismo desmedido. Seguimos dando la vuelta a la plaza donde, además del One World Trade Center, en seguida nos llamó la atención el Oculus, un transbordador de transporte y centro comercial proyectado por el arquitecto valenciano Santiago Calatrava.
Según él mismo, esta construcción imita a un pájaro alzando el vuelo desde la mano de un niño, a modo de símbolo de la paz. Como ocurre en prácticamente todos sus proyectos, éste tampoco se libró de la polémica, retrasando su fecha de inauguración en unos cuantos años y casi doblando su presupuesto inicial.
Su llamativa forma exterior oculta un elegante interior de color blanco impoluto, con formas que nos recordaron al Ágora o a la Estación de la Alameda de Valencia.
Casi no nos habíamos dado cuenta y ya era hora de hacer una parada para comer, así que iniciamos nuestra ruta por las mejores cervecerías de Nueva York, en Treadwell Park, en Albany Street, a pocos metros del río Hudson.
Con las pilas cargadas desandamos nuestros pasos en dirección al sur de la isla, para disfrutar con tranquilidad del Battery Park y de las vistas a las cercanas Liberty Island y Ellis Island. Cuando vimos que el sol comenzaba a caer, tomamos el ferry gratuito a Staten Island, ya que queríamos hacer coincidir el atardecer con nuestro paso por la Estatua de la Libertad.
Fue todo un éxito, una forma ideal de ver de cerca este símbolo que tantas veces habíamos visto en películas. No nos quedamos mucho en Staten Island, sino que tomamos el siguiente ferry de vuelta para vivir el espectáculo en la dirección opuesta, con unas panorámicas del sur de Manhattan que nos dejaron impresionados.
Al bajar, dimos una vuelta por los alrededores de New Amsterdam Plein, un pabellón cercano al muelle del ferry.
No muy lejos de allí se encuentra otro de los símbolos de la ciudad, el Puente de Brooklyn, que conecta Manhattan con otro de los barrios que nos enamoró en Nueva York, del que hablamos en otro post.
Otra mañana la dedicamos a descubrir los distritos más clásicos de Lower Manhattan. Tribeca, Soho, Little Italy, Chinatown o Bowery están repletos de edificios de pocas alturas, contrastando con los rascacielos del sur de la isla.
En Tribeca descubrimos un barrio de moda, lleno de viviendas de famosos, sede de un conocido festival de cine organizado por Robert de Niro. Relacionado con este arte, pudimos pasear frente a la estación de bomberos de los Cazafantasmas, que aun no siendo un lugar de visita obligatoria nos trajo bonitos recuerdos.
Cerca de allí vivimos uno de los momentos más relajados de nuestra estancia en NYC paseando por el Hudson River Park, a la altura del Pier 25, un remanso de paz con unas vistas excelentes a New Jersey y a los imponentes edificios de Lower Manhattan. Paseando por él nos dio la impresión que era un lugar poco concurrido por turistas; más bien un refugio para los habitantes de los barrios cercanos.
Continuamos por el SoHo. Aquí destacan las famosas escaleras de incendios, que se han convertido en símbolo de la arquitectura neoyorquina y que nos recordaban a películas como Ghost, West Side Story o Desayuno con Diamantes entre muchas otras.
Fue tras un trágico incendio producido en 1911 en una antigua fábrica de camisas que se tomaron nuevas medidas de seguridad. Así aparecieron poco a poco en los edificios ya construidos las escaleras metálicas de emergencia. También tuvimos tiempo para detenernos en unas cuantas tiendas de moda y disfrutar del ambiente de uno de los barrios con más encanto de Manhattan.
Desde allí nos dirigimos hacia el caos, hacia Chinatown. Nos impresionaron las calles repletas de mercadillos de productos típicamente chinos, especialmente frutas que no habíamos visto nunca. Nos daba la impresión de haber llegado a una ciudad china decorada con edificios típicos de Nueva York. Llegamos hasta el Columbus Park, donde gran cantidad de ciudadanos de origen chino jugaban alrededor de mesas de piedra a juegos de como el mahjong . Fue posiblemente el distrito donde vimos a más gente disfrutar de estar en la calle.
Muy cerca del arco de entrada al Manhattan Bridge, visitamos el templo Mahayana, un lugar de culto budista en medio de la Gran Manzana. Entramos por curiosidad, y nos encontramos un enorme buda presidiendo un altar lleno de colores rojos y amarillos.
Seguimos por los famosos barrios de inmigrantes en Little Italy, algo menos agradable debido a unas importantes obras que se estaban llevando a cabo, pero con ese aroma a barrio de gangsters, gracias a los típicos restaurantes italianos con coloridos toldos.
Para concluir, con la que hemos llamado ZONA 1, dimos una vuelta por Bowery, una calle que nos pareció algo más desangelada. Allí queríamos visitar el New Museum, de los arquitectos japoneses Sejima y Nishizawa (SANAA). El edificio parecía desubicado, fuera del entorno en el que debía haber sido construido. Sin embargo son los edificios de alrededor los que le marcan el punto de partida para su morfología.
Éste se muestra como un conjunto de cajas apiladas de diferentes tamaños y alturas. Mediante pequeños pero significativos cambios en los cubos, el edificio cobra dinamismo y una forma atractiva, que es diferente, pero similar a las construcciones cercanas. Al desplazar las cajas, todas las galerías reciben iluminación natural, combinada con artificial, y las oficinas y los locales privados de las plantas superiores cuentan con terrazas y panorámicas del paisaje urbano.
La intención del proyecto es claramente legible desde el exterior. Queriendo ser un objeto luminoso y limpio en el paisaje urbano masivo de Manhattan, los materiales y la apariencia de la fachada juegan un papel relevante. Una capa de malla de aluminio se utiliza como una segunda piel que envuelve todas las superficies verticales, quedando los huecos ocultos y proporcionando diferentes reflejos de luz. Un vestido semitransparente para el movimiento del cuerpo del edificio.
Una vez dentro, el museo mantiene su ligereza gracias a las superficies y techos blancos. La estructura de acero de los muros perimetrales soporta las plantas y las libera de columnas. Aun así, sus obras de arte no despertaron demasiado nuestro interés, y para más inri, no pudimos acceder a la terraza superior, cerrada por mantenimiento.
No tuvimos otra opción que ir a consolarnos de esta pequeña decepción a Fools Gold, una excelente cervecería donde reflexionamos sobre lo visto hasta el momento frente a un plato de sabrosos nachos y una cerveza artesanal de las muchas que se producen en Estados Unidos.
ZONA 2
Este grupo de distritos contiene Chelsea, el barrio donde nos alojamos en un Airbnb, en una ubicación excelente para explorar Manhattan. Este barrio, del que, debido al impacto que nos causó, hablamos en otro post, nos pareció una zona ideal para alojarnos en nuestra primera visita a Nueva York.
En él descubrimos el precioso parque High Line, construido en unas antiguas vías de tren elevado. Aunque seguíamos rodeados de edificios, pasear por él nos permitió desconectar del tráfico de la gran manzana. También nos encantó Chelsea Market o el Whitney Museum, e incluso vimos a algún famoso por la calle. Pero te dejamos que lo descubras por ti mismo pinchando en este enlace.
23rd Street fue una de las calles que más nos pateamos a lo largo de los casi 10 días que pasamos en Nueva York, ya que en ella se encontraba nuestro apartamento, y las paradas de metro que solíamos utilizar. Pero si nos tuviéramos que quedar con un lugar favorito allí, sería sin duda el Flatiron Buiding.
Este edificio de forma triangular muy marcada llama la atención no solo por su forma, sino también por su ubicación en la esquina entre la Quinta Avenida y Broadway, frente al Madison Square Park. Construido en 1902, es uno de los rascacielos más emblemáticos de la ciudad.
Caminando aún más hacia el este en la calle 23, antes de adentrarse en Gramercy, vale la pena hacer una parada en una cervecería llamada Taproom 307, y coger fuerzas tomando una de sus múltiples "craft beers" y algo de picar.
Gramercy es un barrio tranquilo por el que da gusto pasear e ir descubriendo sus principales parques, que forman un triángulo verde en esta selva de asfalto y cemento.
El primero de ellos, que da nombre al distrito, es Gramercy Park, un frondoso parque privado al que solo tienen acceso los residentes, y que está rodeado de cuidados edificios. Un poco más al este, dividido por la mitad por 2nd Avenue, visitamos Stuyvesant Park, dedicado a una de las figuras más importantes en la historia de New Amsterdam, antes de que fuera cedida definitivamente a los ingleses.
Para el final de este recorrido nos dejamos Union Square, una enorme e histórica plaza llena de vida. Mucha gente se reúne en sus escaleras, acude a los puestos que rodean la plaza o simplemente la cruza en su camino diario a través de Broadway.
Algo al oeste de Gramercy nos topamos con Greenwich Village, uno de los barrios más bohemios de la ciudad, lleno de locales nocturnos y, lo que más nos interesaba, localizaciones cinematográficas.
Comenzamos el paseo por Washington Square, cruzando el arco de la famosa película "Cuando Harry conoció a Sally". Nos adentramos así en una de las plazas más impresionantes de la ciudad, donde además se han producido gran cantidad de eventos políticos y protestas.
Salimos de la plaza por el oeste, en dirección a Bedford Street, no si antes pararnos en The Cage, una famosa cancha de basket callejero. Recorrimos Bedford Street de sur a norte, observando tranquilamente como esta calle contiene los elementos que más caracterizan al barrio, restaurantes y locales de jazz.
Al norte de la calle nos paramos en el edificio de la célebre serie "Friends" antes de continuar hasta el 66 de Perry Street, otra de las casas más famosas de la televisión, ya que allí vivía Carrie Bradshaw en "Sexo en Nueva York".
Para abandonar esta zona creemos que no hay mejor plan que volver al Flatiron Building y caminar por la Quinta Avenida hasta el Empire State Building. Entrar en este histórico edificio, cuyo interior nos impresionó casi tanto como las vistas desde su mirador, fue una de las experiencias más inolvidables del viaje.
Mientras hacíamos cola para tomar el ascensor que nos llevaría al mirador, no podíamos dejar de observar cada detalle de la decoración interior, llena de referencias a la icónica silueta del Empire State. Los nervios por llegar al último piso se convirtieron en asombro cuando por fin nos vimos elevados por encima de casi todos los rascacielos de Manhattan, en una visión que quedará grabada para siempre en nuestras retinas.
ZONA 3
Esta es una de esas zonas llena de lugares que, de tantas veces que los has visto en películas y series, parece que ya hayas visitado antes. Así que, para no agobiarnos mucho, qué mejor que empezar tomando una cerveza en Rattle'n'Hum, uno de los locales donde el trato fue de los más agradables que encontramos en Nueva York.
Con la mente despejada nos metimos en harina y comenzamos a visitar un edificio histórico detrás de otro. El primero, la sede el New York Times, proyectado por el italiano Renzo Piano para el periódico que da nombre a Times Square.
A tres manzanas de allí hicimos una visita con audioguía por las entrañas de la Biblioteca Pública, un verdadero templo de conocimiento que, además de libros, esconde preciosas salas donde cualquiera se podría aficionar a la lectura. Para poder llevarte un libro con el sello de la biblioteca sólo tienes que acudir a la tienda de la planta baja y comprar alguno. En la caja te pondrán el preciado sello.
La siguiente parada nos hacía especial ilusión, ya que queríamos ver Grand Central Terminal, una preciosa y amplísima estación de tren cuyas bóvedas fueron construidas según el sistema patentado por Rafael Guastavino, un arquitecto valenciano que desarrolló su profesión en Estados Unidos. La estación está situada bajo el Metlife Building.
La sensación que te invade cuando te adentras en su majestuoso vestíbulo es indescriptible. Y, por supuesto, lo más distintivo de la estación es el increíble techo de color aguamarina.
Como curiosidad, junto a la entrada del Oyster Bar se encuentra la Galería de los Susurrros, que como otras partes abovedadas de la estación, también lleva la firma del arquitecto valenciano. La llaman así porque el sonido viaja de esquina a esquina de la galería, permitiéndote mantener una conversación con tu acompañante como si estuvierais cara a cara, pero desde extremos opuestos de la sala. Si susurras algo contra una columna, alguien situado en la columna opuesta puede escucharte perfectamente.
Nos quedamos un buen rato observando el continuo devenir de personas en todas direcciones, un momento que nos recordó en cierto modo a lo que habíamos visto en otras estaciones de Tokio, pero con una diferencia sustancial: el caos.
Salimos con ganas de más arquitectura, así que nos fuimos al Chrysler Building, uno de los rascacielos más bonitos de Nueva York, con un estilo art déco muy característico. El hall nos recordó a las escenas de la serie de televisión Mad Men, así que nos sentimos un poco Don Draper y Peggy Olson.
Antes de comenzar un buen paseo por la Quinta Avenida nos acercamos a The Shakespeare, un estiloso local abarrotado de trabajadores de los edificios cercanos que se relajaban tomando una cerveza o una copa de vino.
La Quinta Avenida es otro de los símbolos de la ciudad, y está flanqueada por tiendas de las más lujosas marcas de moda. Aún así, hay algunos de esos comercios en los que nos permitimos entrar, como la NBA Store, o la tienda Timberland.
Disfrutamos de recorrer esta calle con tranquilidad, incluso hicimos una breve parada para ver la Catedral de St. Patrick, hasta que llegamos a la Torre Trump, y nos llevamos un buen sobresalto por el enorme despliegue policial que había allí.
Pero nuestro objetivo real no era otro que la célebre tienda Tiffany's. Entramos un momento en este lugar, y a la salida, admirando los escaparates, rememoramos las inolvidables escenas protagonizadas por Audrey Hepburn en Desayuno con Diamantes.
Tras una breve visita a dos edificios emblemáticos, como la Lever House, de Skidmore, y el Seagram Building, de Mies van der Rohe, pusimos rumbo al MoMA, donde nos detuvimos un buen rato para contemplar la gigante colección de obras de arte moderno de los más renombrados artistas del siglo XX. Espectacular.
Concluimos el día, antes de irnos al teatro, subiendo al Rockefeller Building, para observar la ciudad desde un punto distinto al que la vimos desde el Empire State Building. Las increíbles vistas de Lower Manhattan nos hacían ver la ciudad de una forma distinta y extraña. Los rascacielos parecían haber ido creciendo uno detrás de otro, como si de una competición se tratara por ver cuál de todos se acercaba más al cielo.
Ese día lo íbamos a concluir asistiendo al musical Chicago en el bonito Ambassador Theater, una de las experiencias que nunca olvidaremos. Después de la función disfrutamos durante un buen rato del espectáculo de luces, anuncios y ambiente de Times Square. Este lugar, pese a haberlo visto en cientos de imágenes previamente, nos pareció igualmente sobrecogedor. Parados allí en medio de la plaza, parecía que el mundo fuera a toda velocidad mientras nosotros simplemente lo observábamos desde fuera.
Aunque parezca mentira, aún nos quedaban algunos puntos de esta zona por descubrir, así que al siguiente día, aprovechando que se hacía de noche, nos acercamos al distrito de Sutton, donde, tras ver desde fuera Guastavino's, una galería diseñada por el arquitecto valenciano en los bajos del Queensboro Bridge, nos acercamos a Sutton Place Park.
En ese pequeño parque, sentados en un banco con vistas al emblemático puente, nos sentimos como Woody Allen y Diane Keaton en la maravillosa película Manhattan.
Tras tomarnos una cerveza en un local llamado The Jeffrey, caminamos hacia el sur tranquilamente, ya bajo la oscuridad de la noche neoyorquina, hasta la sede de las Naciones Unidas, donde vimos como no paraban de llegar lujosos vehículos con personas vestidas de manera muy elegante, como si dentro se estuviera produciendo una importante recepción a la que, por supuesto, no habíamos sido invitados.
ZONA 4:
Pese a que nuestra primera experiencia en Nueva York fue en esta zona, en el concierto de Sixto Rodríguez al que asistimos en la New York Society for Ethical Culture, nos reservamos una visita más profunda para el día en el que el clima fuera a ser más propicio.
Ese día llegó y nos lanzamos a conocer Central Park, el pulmón de Manhattan. Entramos en el inmenso parque por Columbus Circle y paseamos sin rumbo fijo hasta que nos dimos de bruces con el Zoo. Entramos, pero en pocos minutos nos dimos cuenta que esto no era del todo de nuestro interés, así que proseguimos el recorrido hacia el norte.
El camino nos fue llevando por paisajes cambiantes, algunos prados, zonas más frondosas, un paseo lleno de bicis y skaters e incluso una calle que cruza el parque. Así, sin darnos cuenta, nos plantamos en Bethesda Terrace, uno de los lugares más elegantes de Central Park. Cruzamos por su galería subterránea y nos detuvimos a contemplar la bonita fuente con vistas a The Lake.
Comenzamos a bordear el lago hacia la izquierda, parando continuamente a observar el skyline de Manhattan desde ese lugar de tranquilidad. Llegamos a Strawberry Fields justo a tiempo para disfrutar de una agradable versión de "Imagine" cantada por un músico callejero. Era el momento idóneo para salir momentáneamente del parque y ver el Edificio Dakota, donde vivía y fue asesinado John Lennon.
Continuamos descubriendo el parque hasta que llegamos a The Great Lawn, donde decidimos dar por concluida la visita para entrar al Metropolitan Museum of Art. Tras recorrer algunas de sus salas, y empapados de arte, seguimos bordeando el lateral este de Central Park hasta que alcanzamos el Guggenheim Museum, diseñado por el magnífico arquitecto Frank Lloyd Wright.
El exterior del museo es un cilindro blanco de hormigón reforzado que parece girar hacia el cielo como un remolino. Las dramáticas curvas del exterior del museo, sin embargo, tienen un efecto aún más impresionante en el interior.
Aunque no visitamos ninguna de sus salas, ya que estaban cerrando cuando llegamos, pudimos comprobar igualmente la belleza de su interior, donde destaca la cúpula de cristal, que deja pasar la luz hacia el enorme vacío central de 28 metros de altura. A los lados del vacío hay una rampa continua de casi medio kilómetro de largo que se desenrolla a lo largo de seis pisos, lo que permite que una planta fluya hacia la otra.
No había mejor manera de concluir el día que con una cerveza en la mano, la cual tomamos en The Rochard, un local especializado en cervezas artesanales donde además compramos algunos regalos para los amigos más cerveceros.
Otra mañana de nuestra estancia en Nueva York la dedicamos a la orilla oeste de Central Park, donde visitamos Lincoln Center, del que hablamos en nuestro artículo sobre Nueva York y la música, y el Museo Americano de Historia Natural, un enorme museo lleno de información sobre millones de especies de animales y plantas.
Este último nos pareció un lugar mágico, ideal para visitar con niños, pero también con adultos, para aprender o simplemente para soñar con estar en otros lugares u otras épocas, o recordar películas tan universales como "Diario de una niñera" o "Noche en el museo".
ZONA 5
Era ya nuestro último día en Nueva York, y acabábamos de correr una carrera de 5 kilómetros en Brooklyn. Además era un día bastante frío. Pero estos factores no nos frenaron, tomamos el metro en dirección uptown y paramos en 125 St, en pleno corazón de Harlem.
Queríamos ir allí un domingo para asistir a alguna de las múltiples misas gospel, pero queríamos ir por libre, vivirlo de la manera más parecida a la que lo viven los fieles que acuden a la iglesia cada domingo con sus mejores galas.
Paseando por Martin Luther King Jr Boulevard comenzamos a escuchar el sonido de un coro desde la calle, vimos que estábamos en la puerta del Greater Refuge Temple, y no dudamos ni un segundo en entrar allí y sentarnos en uno de los bancos del fondo de la iglesia.
Fue muy chocante ver como algunas personas vivían los momentos álgidos de cada canción o de los discursos del pastor, casi como si estuvieran siendo poseídos, pero comprendimos que, como en la mayoría de religiones, esta es una forma de sentirse parte de una comunidad, de darle sentido a la existencia y, por unos minutos, dejar atrás otro tipo de preocupaciones.
Además, nos sentimos muy bienvenidos a la celebración, ya que las personas que nos rodeaban, lejos de mostrar su rechazo hacia nosotros, nos daban a entender con sus miradas que cualquiera puede formar parte de aquello siempre y cuando se muestre tolerante con los demás.
Todavía impactados, continuamos caminando por las calles de Harlem, pasamos junto al famoso Teatro Apollo y nos perdimos por algún que otro parque, en busca de un lugar donde comer. El barrio estaba lleno de gente en busca del mismo objetivo, así que nos tuvimos que alejar de las zonas más concurridas para encontrar Maison Harlem, un restaurante donde comimos de maravilla, bebimos buena cerveza y fuimos atendidos de manera excelente.
De regreso hacia Chelsea decidimos caminar hacia el oeste y concluir nuestra estancia en nueva York con un tranquilo paseo por Morningside Height, el barrio donde se ubican la Riverside Church, la Catedral de San Juan el Divino o la Universidad de Columbia, cuyo campus es realmente digno de visitar.
La verdad es que fue un sueño poder disfrutar de una ciudad de película que, por otro lado tiene mucha alma. En ella nos sentimos muy cómodos, disfrutamos de la enorme oferta de ocio, gastronómica y cultural, recorrimos sus barrios como quien cambia de ciudad cada dos calles y descubrimos que Nueva York es universal, tiene un pedazo de cada cultura y de cada país en ella.
Como resumen final, en el siguiente mapa general te dejamos todos los puntos de los que hemos hablado en este post. Los que para nosotros son los lugares imprescindibles para un recorrido completo por Manhattan, la isla más famosa de Nueva York:
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