Una acogedora buhardilla de un pequeño dúplex situado en pleno corazón de Chelsea fue nuestro alojamiento durante nuestra estancia en Nueva York, por lo que pudimos conocer de primera mano este barrio al oeste de Manhattan, no muy lejos de High Line. Este distrito se caracteriza por la gran cantidad de galerías de arte contemporáneo y tradicionalmente ha albergado multitud de locales LGTBI.
En la actualidad se ha convertido en un lugar de moda donde se han mudado multitud de "celebrities". De hecho, mientras observábamos el IAC Building del arquitecto canadiense Frank Gehry, nos cruzamos con la actriz Katie Holmes que, escondida tras sus gafas de sol y camuflada con un abrigo largo hasta los pies y un sombrero, intentaba encontrar un taxi libre en W19th Street.
Volviendo a la ubicación de nuestra casa, resultó excelente por diferentes motivos. Chelsea es tranquilo y seguro, nada que ver con algunas zonas más ajetreadas un poco más al norte de la isla. Por otro lado, está muy bien comunicado en metro gracias a las paradas en 23rd St. y 14th St. (con sus curiosas esculturas de bronce, del artista Tom Otterness). También estábamos muy cerca del Madison Square Garden y del Flatiron Building (ambos a menos de 15 minutos andando).
Eso sí, la llegada al piso resultó algo curiosa. Habíamos utilizado Airbnb, lo cual ya nos generó un poco de preocupación por las controversias que estaba generando su regulación en Nueva York. La forma en que nos recibió nuestro casero no hizo más que aumentar esta sensación.
Al parecer, algún vecino del edificio no estaba muy de acuerdo en que hubiera un piso de este tipo, de modo que Baha (así se llamaba nuestro casero) nos pidió, al más puro estilo "Pantera Rosa", que subiéramos de uno en uno al piso, y que él se encargaba de subir nuestro equipaje. Puesto que nuestra confianza inicial no era plena, le propusimos otro plan. En este caso, Anna se quedaba justo en la esquina de la calle, a unos 50 metros del portal, con un par de maletas, mientras yo entraba al edificio con el resto de bultos, haciéndome pasar por un amigo de Baha. A nuestra señal, Anna acudiría haciendo el menor ruido posible.
Él nos sugirió que mantuviéramos esta forma sigilosa de entrar y salir del edificio durante toda nuestra estancia, pero nuestra actuación tenía un límite, y más pronto que tarde comprobamos que no había ningún problema y que tal vez nuestro anfitrión estaba un poco paranoico. Comenzamos a entrar y salir con normalidad, y no tuvimos percance alguno. La estancia resultó muy cómoda, hasta el punto de que compartimos más de una cena junto a Baha.
HIGH LINE
Uno de los espacios que más nos sorprendió del barrio fue el High Line, un parque lineal elevado de 2,33 km de longitud, en el recorrido de las vías abandonadas de una antigua línea de ferrocarril. Este espacio fue diseñado como un sistema vivo donde coexisten la arquitectura, el urbanismo, el paisajismo, el diseño urbano y la ecología.
Nuestro paseo comenzó en W30th St., por lo que visitamos el parque de norte a sur. Poco después de arrancar hicimos ya la primera parada (obligatoria si me apuras), para admirar el atractivo edificio residencial del 520 de W28th St., proyectado por la arquitecta anglo-iraquí Zaha Hadid. Esta construcción, que utiliza principalmente el vidrio y el acero, está formada por capas horizontales con viviendas de tipologías variadas. Tiene un carácter muy abierto al exterior, especialmente integrado con el High Line, combinando formas rectas y curvas.
Seguimos caminando, disfrutando de la frondosidad de las zonas laterales ajardinadas, perfectamente cuidadas. Gracias a estas zonas verdes, cualquiera que pasee por allí perderá la noción de estar en pleno Manhattan. Pero en 17th Street hay un lugar que parece ideado para recordarte donde estás. Es el High Line Observation Deck, un mirador a la 10th Avenue construido con forma de grada. Allí nos sentamos, como si de un cine se tratara, a observar el continuo tránsito de personas y vehículos.
No mucho más al sur, tras cruzar el pasaje entre las calles 15 y 16, a la altura de 13th Street, se encuentra el Hotel The Standard, de los arquitectos Ennead. Está construido sobre dos enormes pilares, cruzando el High Line en perpendicular, dándonos a entender que pasar por debajo de él es cruzar la puerta que lleva al final del recorrido (o al principio, según desde donde se mire).
Para nosotros, la hora de bajarnos de High Line llegó en Gansevoort Street, no muy lejos del río Hudson. Allí aprovechamos para ver el exterior y el vestíbulo del Whitney Museum of American Art, proyectado por el italiano Renzo Piano.
COMER EN CHELSEA
Otra de las singularidades que nos encantó de Chelsea fue la gran variedad de restaurantes y cafés.
Chelsea Market es una antigua fábrica convertida en la actualidad en galería comercial, llena de restaurantes de todos los tipos. Se encuentra situada entre 9th y 10th Avenue, ocupando una manzana completa. Lo descubrimos en nuestro segundo día en Nueva York, buscando un lugar donde desayunar. El elegido fue Amy's Bread, un pequeño y encantador local con gran variedad y unos precios más que razonables. Aprovechamos la visita para dar una vuelta por allí y buscar alternativas para cenar algunos de los días de nuestra estancia en la Gran Manzana.
De entre todas las opciones, nos llamó la atención Los Tacos No.1, un local mexicano al que acudimos casi una semana después. Pero la espera mereció la pena, y pudimos probar unos de los mejores tacos que hemos comido en nuestra vida. Con un toque picante perfecto y variedad de salsas a elegir, este será uno de los lugares que repetiremos en nuestra próxima visita a la ciudad.
Antes de abandonar Chelsea Market, es recomendable acercarse a los baños, ya que, además de la cuidada limpieza, la decoración te hace creer que has viajado al principio del siglo pasado.
Fuera de esta galería, el barrio ofrece otras opciones, como por ejemplo el Doughnut Plant, del que hablamos en nuestro post sobre los lugares que descubrimos gracias a un libro de Elvira Lindo. Este local, además, está ubicado en uno de los bajos del legendario Chelsea Hotel, cuya lista de huéspedes célebres es interminable (Stanley Kubrick, Uma Thurman, Ethan Hawke, Keith Richards, y un largo etcétera).
Otro buen local para desayunar es el Brooklyn Bagel & Coffee Company, en el 286 de 8th Avenue. Aquí se pueden degustar los típicos bagels, panes agujereados por el centro y rellenos de multitud de ingredientes, generalmente salados. No es un lugar barato, pero siempre está bien probar de todo.
Mucho más cerca de nuestra casa en NYC teníamos el Chelsea Square, el clásico local 24h con las típicas mesas con bancos para sentarse. La comida no era nada del otro mundo, pero el hecho de sentirnos como los protagonistas de una película americana hizo que nos decantáramos por este lugar a nuestro regreso del concierto de Sixto Rodríguez, en nuestra primera noche en Manhattan.
A cuatro pasos de allí, también en 23rd Street, atrajo nuestra atención un restaurante de sushi llamado Asuka, donde comimos unas gyozas vegetales exquisitas. Y para la última noche dejamos el Ovest Pizzoteca, un italiano donde nos dimos cuenta que el estándar de tamaño de pizza no es el mismo en New York que en Italia, pero para entonces ya estaba todo el pescado vendido.
Quizá el día que volvamos a Nueva York busquemos otro barrio, con la idea de diversificar y conocer otras zonas, pero si el destino nos llevara de vuelta a Chelsea, desde luego que no sería ningún drama, incluso puede que nos sintiéramos casi como en casa.
Como siempre, para todos los viajes recomendamos contratar el seguro a través de Mondo.
Haz click en la imagen para conseguir un descuento del 5%:
Comments